El valle del alto río Mamoní, un valle de 45 millas cuadradas localizado en la Republica de Panama, que incluye la Reserva del Valle Mamoní y la Reserva Natural Cocobolo, el cual protege un importante sistema ecológico: la continuidad del flujo de la biodiversidad a través del punto más angosto de las Américas (apenas 37 millas entre el Pacífico y el Caribe), a través del Tapón de Darién que conecta a Panamá y Colombia.

Se encuentra en el extremo norte de la Biorregión Tumbes-Choco-Magdalena, uno de los 25 lugares con mayor biodiversidad en el mundo y hogar de miles de especies exclusivas que no existen en ningún otro lugar del mundo, incluyendo 56 especies de aves amenazadas segun la IUCN (segun los estudios recientes de la Fundación BioMundi).

También es un eslabón crítico en el Corredor de Biodiversidad Mesoamericano, una cadena heterogénea de parques, reservas, tierras indígenas y territorios de propiedad privada que conectan hábitats de bosques tropicales sensitivos, lo que asegura el mantenimiento de la biodiversidad al permitir el flujo de organismos y reducir la endogamia.

Ubicado a solo 90 minutos al noreste de la capital de la Panamá, enclavado entre las selvas primarias del Parque Nacional Chagras y el territorio indígena de los Guna, también ayuda a proteger una de las cuencas hidrográficas más importantes (el río Mamoní) a lo largo de la parte más angosta del istmo de Panamá.

Hasta la década de 1960, estaba cubierto por selva tropical y rebosante de vida. A partir de entonces, con la aprobación de la ley panameña de ocupación de viviendas, la selva se redujo debido a que los campesinos establecieron su medio de vida en la agricultura basada en tala y quema y en la ganadería. Alcanzando de esa manera su punto máximo de deforestación (~30 %) en el 2000.

Hoy en día, la deforestación se extiende desde la costa del Pacífico hasta el extremo norte del valle, donde la Reserva del Valle Mamoni amortigua el bosque primario del territorio Guna. La situacion actual no es sostenible tanto a la Biorregión Tumbes-Choco-Magdalena como al Corredor Mesoamericano y a las comunidades habitadas que dependen de los beneficios del bosque en Madroño.

Además, cuando se limpia la tierra — especialmente en las orialls de los aroyos o de los ríos — las lluvias torrenciales rompen el suelo y lo transportan hacia el río Mamoní, poniendo en peligro nuestras cuencas hidrográficas y dañando las frágiles especies ribereñas de todo el valle.

A nivel local, hay muy pocos humedales —áreas planas fértiles que se inundan y que albergan diferentes organismos del bosque circundante —lo que hace que el Proyecto de Restauración de la Cuenca del Caracol sea particularmente significativo desde una perspectiva de biodiversidad.

La Cuenca del Caracol es una franja de 76 acres de potrero en erosión que fue deforestada en la década de 1980. Pero ahora está volviendo a crecer, fortaleciendo de esta manera la bioregión Tumbes-Choco-Magdalena, al apoyar la conectividad de los hábitats de selva tropical primaria y secundaria que colindan con ella. La Cuenca del Caracol está siendo sembrada de forma natural con especies nativas como murciélagos frugívoros y aves que vuelan sobre la tierra, con pocas necesidad de restauración física, porque en su mayoría está rodeada de bosque.

Las comunidades de la selva tropical de Madroño y Mamoní en el valle del alto río Mamoní son de difícil acceso y no tienen la ayuda economica necesaria. Aun así, son ricas en recursos naturales, son resistentes y adaptables. Unidas, y con la oportunidad y los recursos adecuados, las comunidades de Madroño pueden ser parte de la restauración de la selva tropical. Podemos fortalecer el corredor biológico, restaurar humedales, proteger el bosque y la cuenca alta del río Mamoní… de manera que aumente nuestra calidad de vida y enriquezca la tierra para las generaciones futuras.